¿Premiar o castigar? Cómo cambiamos conductas viales?

Hace algunos días se viene debatiendo, en Argentina, acerca de las acciones que han elegido algunos gobiernos locales. Quienes proponen premiar a aquellos conductores que realicen acciones positivas (Ejemplo: alcoholemia negativa) dentro del sistema de tránsito. 

Estas decisiones políticas han despertado algunas voces a favor y otras en contra, todas ellas, desde la percepción y concepción individual, todas válidas si respetamos la visión de cada uno; ahora bien, desde una visión basada en teorías y fundamentos psicológicos... se dijo algo? Pues no, es por ello que, he decidido compartir con ustedes estas reflexiones.

No pretendo convertirme en portadora de la verdad absoluta, nada más alejado de la realidad! Sólo busco aportar, desde mi experiencia en el campo de la psicología del tránsito, considerando también, todo el bagaje teórico que fue parte de mi formación profesional.

Entonces, si consideramos posible incentivar las buenas prácticas de los conductores, a través de premios,  nos debemos remitir a los conceptos de las corrientes conductistas, quienes planteaban, desde su inicio, que ante un comportamiento determinado que deseamos reforzar, premiamos al ser humano, buscando con ello, que el sujeto vuelva a repetir esa acción.

El ser humano buscará ser premiado y repetirá esas conductas que lo llevaron a alcanzar un beneficio, pero si ante conductas negativas castigamos (en este caso, realizando multas que impliquen pagos económicos) el sujeto tenderá a evitar el castigo. Entonces, podemos ver que, reforzar conductas positivas, a través de premios, o castigar conductas negativas, a través de multas, son las dos caras de la misma moneda.

Porqué son el positivo y el negativo de la misma realidad? Porque, si bien logramos una modificación del comportamiento de modo inmediato, a largo plazo, cuando los controles o los premios se vuelvan mas laxos o se decida dejar de reforzar estas conductas, la persona volverá a sus anteriores hábitos, es decir, no generamos reales cambios en el comportamiento.

Ahora bien, otra cuestión  a tener en cuenta, es el concepto de aprendizaje por imitación. Concepto desarrollado por el Psicólogo Canadiense, Albert Bandura, quien planteaba que, la mayor parte de los conocimientos que adquieren y son asimilados por los seres humanos, vienen a través del aprendizaje que nos otorgan los comportamientos de aquellos que elegimos como modelos. Es decir, mis acciones serán más, fácilmente incorporadas, por quienes observan mi accionar, que las palabras que yo pueda decir. 

Sigmund Freud, desde otra teoría psicoanalítica, hablaba de la identificación a las masas, postulando que, muchas veces, dejamos de actuar como lo haríamos en soledad, cuando nos sentimos parte de una masa (grupo), por ende, hasta podemos desarrollar conductas violentas que no las tendríamos individualmente. Nuestros instintos primitivos surgen ante situaciones de masa donde nos sentimos con cierta impunidad. 

Entonces, ambos conceptos (los de Bandura y los de Freud) nos muestran que el comportamiento es imitado por otros y genera una necesidad de imitar, copiar, apropiarse de los mismos, por lo tanto, en el razonamiento popular, si alguien es premiado por sus buenas acciones y recibe beneficios, también yo puedo hacerlo y recibir lo mismo, entonces, las buenas prácticas se podrían imitar, generando un efecto dominó de modificación positiva del comportamiento.

Todo esto, es un ideal, puesto que no podrá sostenerse por mucho tiempo, es decir, si se modificaran conductas sociales a través de premios, castigos e imitación, a mediano plazo, se podría plantear el suprimir tantos controles estrictos, pero es aquí donde surge el problema, en tanto, no se ha realizado un real cambio de pensamiento, es decir, no hemos provocado transformaciones.

Si no trabajamos en la modificación del imaginario social, la transformación de ideas preconcebidas, la persona sólo actuará en consecuencia, para conseguir el premio y/o evitar el castigo. En el mismo momento donde el ser humano perciba que los refuerzos positivos (premios) o negativos (castigos) se desvanecen, volverá a sus anteriores conductas, con lo cual, el sistema de cambio conductual dejará en evidencia, la falla del mismo.

Entonces, de nada sirve premiar o castigar, si no nos proponemos transformar. No olvidemos que una buena estrategia de seguridad vial, que implique políticas de estado, debe ser  evaluada de modo permanente, y sólo podremos decir que es efectiva cuando:

se analiza el mismo período de meses en dos años diferentes y se logran dos cuetsiones: bajar el índice de siniestralildad y bajar el índice de multas por infracción.

Sólo cuando bajemos las infracciones y las conductas transgresoras, podremos gritar orgullosos que nuestro plan de seguridad vial ha funcionado! 

Pero nada de esto será posible si no trabajamos para generar un cambio de percepción vial, cambio que conlleva considerar al Ser Humano como centro de la escena y se convoque, para ello, a profesionales de las ciencias humanísticas.

El ser humano es la razón del transito en movimiento, entonces, por qué relegarlo?

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